Esta segunda fase incluirá la construcción de tres nuevas aulas de Educación Infantil, otras seis de Primaria y dos más de apoyo

MÓSTOLES/ 6 AGOSTO 2020/ La Consejería de Educación y Juventud de la Comunidad de Madrid ha avanzado que este año se iniciará la construcción de la segunda fase del colegio de educación infantil y primaria Maruja Mallo, en Móstoles, que contará con un presupuesto de 4,6 millones de euros.

Aunque no han detallado las fechas exactas del proyecto inicial, fuentes de la Consejería han señalado a Noticias para Municipios que esta segunda fase incluirá la construcción de tres nuevas aulas de Educación Infantil, otras seis de Primaria y dos más de apoyo, además de aulas de Música e Informática, administración, gimnasio y pista deportiva.

El CEIP Maruja Mallo, situado en el barrio del PAU-4 o Móstoles Sur, abrió sus puertas en septiembre de 2018 únicamente con seis aulas de Educación Infantil, una sala de usos múltiples y comedor, teniendo una capacidad en una primera fase para 150 alumnos de infantil.

Ahora, con la construcción de esta segunda fase, la Consejería busca dar continuidad a este centro educativo, que ha recibido las críticas de asociaciones como la Plataforma en Defensa de la Escuela Pública de Móstoles, que ha cuestionado el “sinsentido” de la “construcción por fases”.

El exconsejero de Educación e Investigación, Rafael Van Grieken, en la inauguración del nuevo centro en 2018

Maruja Mallo

El Ayuntamiento de Móstoles cedió de forma gratuita una parcela de 15.226 metros cuadrados para la construcción de este colegio, que toma el nombre de la pintora surrealista Maruja Mallo, considerada como una de las mejores artistas de la generación de 1927, dentro de la denominada vanguardia interior.

Nacida en Viveiro (Lugo) en 1902, se traslada en 1922 con su familia a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde coincide con Salvador Dalí, que le introduce en el ambiente del surrealismo y de la Generación del 27.

En 1927 conoce a Ortega y Gasset y colabora como ilustradora en la ‘Revista de Occidente’, además de ilustrar algunas obras del poeta Rafael Alberti, como ‘La pájara pinta’.

En los años 30 viaja a París, donde toma contacto con figuras como André Bretón, donde su obra entra de lleno en el surrealismo, y tras su vuelta a España, donde trabaja como profesora antes del inicio de la Guerra Civil, se ve obligada a exiliarse a Argentina, de donde no regresará hasta la década de los 60.

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